sábado, 11 de abril de 2015

Muñecos y payasos

Cuando zambullo la cabeza en mi disco duro (en uno de los tres que tengo...de momento) doy gracias al dios de la serie B de que exista kickass.to  y, de vez en cuando, le dedico unos rezos en forma de hora y media de admiración absoluta a la pantalla de mi ordenador, embobada con las inolvidables maravillas que en él me encuentro. Tengo especial cariño a una de las carpetas que guardo en mi supercarpeta "pelis". Este cofre virtual del tesoro lleva por nombre "Terror y viejunadas varias" y contiene terror, terror viejuno, viejunadas que no dan terror ni provocan nada más que unas buenas carcajadas o algún que otro susto light e interminables sagas. Clasicazos varios, vamos.
Bien, me apetece hablaros de dos de las joyas con las que he tenido el placer de verme las caras últimamente. Dos películas de finales de los ochenta que enganchan por su argumento y emocionan al espectador, demostrando que con muy poco puedes conseguir grandes cosas.

Estoy lista, dámelo todo.
La primera lleva por título Dolls (1987), en español Dolls: La casa de los muñecos diabólicos (nos gusta dejar las cosas claras, por si acaso). Me encanta el poster de la película, tengo que confesarlo. 


La película cuenta la historia de seis personas (un matrimonio, una niña, dos chicas punkies y un gordito simpático), que llegan a un caserón muy victoriano, muy lóbrego y muy en medio del bosque, donde se resguardan de una fuerte tormenta que les hace arrepentirse de no haberse tomado el Actimel por la mañana. Los dueños son una pareja de ancianos, los Hartwicke, que dedican su vida a su gran pasión, el diseño y construcción de todo tipo de muñecos. Judy queda maravillada con todo lo que ve, su inocencia infantil le permite admirar a las pequeñas criaturas con respeto y con toda la credibilidad del mundo. También Ralph, el gordito previamente mencionado, se muestra bastante interesado por todo aquel mundo de fantasía. A pesar de ser adulto, su niño interior le permite disfrutar de su estancia en la casa junto a su nueva amiga, aunque sólo momentáneamente.


Ralph es el único que escucha a Judy cuando la niña se empieza a dar cuenta de que algo extraño ocurre con los muñecos. Vamos, que una de las punkies sea arrastrada a lo largo del pasillo envuelta en sangre en mitad de la noche igual un tanto extraño sí que es...
La historia está montada sobre ocho personajes totalmente estereotipados. Tenemos a la criatura inocente (Judy), a su padre (David, calzonazos profesional) y a su madrastra, a la que odia, y con razón (Rosemary). Por otro lado, tenemos al simpático Ralph, que trae consigo a dos autoestopistas, las punkies (Isabel y Enid), que no tienen otro propósito que robar todo lo que se les ponga por delante. Y por último, tenemos al matrimonio Hartwicke, unos anfitriones modelo tan encantadores como siniestros. 

Disfrutad de los ochenta mientras podáis, bitches
Cariño, hoy estás muy...

Ven hija, ven
Intuíamos al ver el cartel de Dolls que, efectivamente, los muñecos iban a ser un poco hijos de...Satanás (y si no, el título en español ya nos saca de dudas). Pues bien, los pequeños diablillos se cuelan en todas las habitaciones cargándose a todo lo que pillan. Bueno, no del todo. ¿Y quién sobrevive? Os invito a verla.
Hay una lección muy valiosa que nos queda después de ver esta película. Siempre es necesario que nos refresquen la memoria, pues es algo que solemos olvidar: recuerda que la inocencia es buena, que hay que tener ilusión y no dejar de creer nunca. No existen los espejismos si crees en ti y crees en lo que tienes alrededor. Y que si, aun teniendo docenas de muñecos asesinos delante sigues sin tener muy claro que todo eso pueda ser verdad, es que eres un poco tonto.
Judy creía. 
Hasta ahí puedo leer.

Quieeeeerenoooos

A decir verdad, Dolls daba mal rollo de verdad. No puedo decir lo mismo, sin embargo, de la segunda película que he prometido. Los muñecos del Averno nacieron un año antes que yo, y los payasos asesinos del espacio exterior llegaron a la Tierra el mismo año que servidora.

Killer Klowns from Outer Space (en español, Los payasos asesinos del espacio exterior), es una película de 1988 protagonizada por un grupo de payasos que llegan del espacio y acampan en la Tierra (concretamente en un pueblecito estadounidense llamado Crescent Cove) con el único fin de cargarse a tantos humanos como les permitan sus pistolas de algodón de azúcar. El título de esta no deja lugar a grandes dudas acerca del argumento. 


Lo que primero llama la atención de esta peli es su genial banda sonora, a cargo de los Dickies. Recomendable temazo, hilarante y brillante.


Volviendo a la historia, pues...tampoco hay mucho que decir. Los payasos invaden el pueblo y se cargan a la mitad de la población. Pero ¡son payasos!, las criaturas más espeluznantes del mundo de la risa, siniestros como una lápida sin dueño, como morir mientras sueñas, divertidos y salvajes como ¡joder! ¡divertidos como payasos! Son geniales, unos geniales y cómicos asesinos.
Unas cuantas parejitas de veinteañeros hacen manitas (intento adaptar el lenguaje a los ochenta) en una colina llamada "Top of the World", a las afueras del pueblo, cuando algo brillante pasa surcando el cielo. Lo cierto es que brilla mucho, y Mike y Debbie, una de las felices parejas, lo confunden con el cometa Halley. Creen que ha caído cerca, y salen a buscarlo. Pero Mike y Debbie no encuentran ningún cometa, sólo una carpa de circo en medio del bosque.

Debbie, creo que me he hecho pis encima
Lo que se encuentran dentro de la carpa (afirmativo, en todas las películas de terror hay algún tonto, y en esta hay dos) es todo un mundo de pasadizos muy coloridos, salas con cadáveres colgando del techo cual jamones (como una reunión de Metapods, pero envueltos en algodón de azúcar y rellenos de muerte) y ascensores que suben y bajan a Dios sabe dónde. 
Y, como todos los tontos tienen suerte, pues escapan. Pero luego viene lo mejor, cuando los payasos se van al pueblo a hacer de las suyas. Os invito a que veáis esta escena (o al menos los primeros 40 segundos) para que comprobéis por qué es imposible odiar a estos psicópatas del espacio exterior. 


Y otra tronchante escena. En serio, que me dejen adoptar a uno.


Al final, la valiente parejita de enamorados, junto con la inestimable ayuda del poli bueno exnovio de Debbie (también hay un poli malo, pero a diferencia de la pequeña Judy, no cree y...acaba mal) y un par de amigos consiguen expulsar a los payasos del planeta. Aunque no nos quedamos muy convencidos. Sin embargo, durante su estancia en el pueblecito, se cargan a unos cuantos, ya sea a tartazos, envolviéndoles en algodón de azúcar, o en accidentes automovilísticos, entre otros (prometo que es el último):



Dolls y Killer Klowns from Outer Space son dos maravillas del séptimo arte y del género de terror. Desde la perspectiva que me da el siglo XXI, no puedo hacer otra cosa que alabar ambas películas por su ingenio, y a sus directores (Stuart Gordon y Stephen Chiodo, respectivamente) por su ilusión y sus ganas de crear joyas inmortales con poquito dinero. 

En las dos películas encuentro un serio problema en los personajes adultos. ¿Qué les pasa? (no sé si debo incluirme ya dentro o esperar...). ¿Tanto nos cuesta creer en lo increíble? A mí me cuesta, he de reconocerlo, aunque no siempre. Somos tan tercos que forjamos un halo de vulnerabilidad a nuestro alrededor. Si no creo en ti, seguro que no me haces daño. 
Al final, los seres más dulces y afables nos acaban poniendo los pelos de punta. Tenemos miedo de los payasos y de los muñecos porque hemos olvidado al pequeño tonto que llevamos dentro, y somos incapaces de creernoslos, sin más, como lo que son. Seres de colores, blanditos, y mansos que reparten amor. 


Y de regalo...¡trailers, trailers, trailers!